Estamos cuando estamos. Nunca antes. 

COPEKI DEL BUEN COMER (Castrati, mandolina y laúd)

En los pasillos y patios de la Corte, el nombre de Juan resuena no tanto por el virtuosismo de su guitarra, sino por su don para llenar los vacíos con historias, murmullos y copas alzadas. Este trovador errante no camina con prisa, pues el mundo para él es un vasto escenario, y cada taberna, una parada en su interminable obra.

Con la guitarra colgada al hombro, desgastada pero siempre afinada, Juan se desliza de rincón en rincón. En cada lugar deja acordes, risas y, sobre todo, rumores. Es un tejedor de palabras, un traficante de noticias, y en su andar lento y pausado, se asegura de que nadie quede sin una pizca de novedad o un toque de escándalo.

Le gusta el vino, ¡ay, cómo le gusta! En las tabernas lo reciben como a un viejo amigo, pues donde Juan llega, la fiesta no tarda en seguir. Allí, con una copa en la mano y la guitarra en la otra, canta de amores perdidos, conquistas y desventuras, mientras sus ojos, chispeantes de vino y astucia, observan cada rincón, captando secretos que más tarde transformará en historias para la Corte.

Los señores y damas, aunque recelosos de su lengua suelta, no pueden evitar buscarle. "¿Qué nuevas trae hoy Juan?" murmuran, acercándose a escuchar mientras el trovador, entre acorde y acorde, deja caer palabras que encienden la imaginación o agitan el corazón.

Pero Juan no se detiene demasiado en ningún lugar. Siempre hay otro camino, otra copa, otra historia por escuchar y contar. Se dice que su andar errante no es por falta de hogar, sino porque el mundo mismo es su morada, y las voces de la gente, su alimento.

Así es Juan, el trovador de la guitarra, el amante del vino y las tabernas, la voz que da vida a los rumores de la Corte. En su andar pausado y su hablar vivaz, une mundos y separa destinos, siendo a la vez el hilo y la aguja en el tapiz de las historias que teje la vida.

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