Estamos cuando estamos. Nunca antes. 

LA DUQUESITA DE ORIHUELA (Contratenor, trompa y didyeridú)

DUQUESA DE ORIHUELA Y MARQUESA DE LOS SEÑORÍOS DE LA ALCANCIA Y CRUZ DEMATASERRANOS, SEÑORA DE LA CASTA DE LA HOZ Y DEL MARTILLO Y DUEÑA DE TODOS LOS DUCADOS. DIAMBULA POR LA CORTE ACOMPAÑANDO A SU MAJESTAD PERO SIEMPRE QUE PUEDE UNA PEQUEÑA PUÑALADITA, SI PUEDE LE DÁ. CAMARADA DEL MAESTRE PEPE, Y ESTANDARTE DE LO HECHO A MANO SIEMPRE A LA IZQUIERDA DEL ESCENARIO. 

En las plazas y posadas de Caepión, entre el aroma a moscatel y las risas de las tabernas, resuena el nombre de Isabel de Orihuela, la Duquesa del Viento Lejano, Marquesa de los Señoríos de la Alcancía y Cruz deMataserranos, Señora de la Casta de la Hoz y el Martillo, y defensora incansable de lo hecho a mano. Su presencia es inconfundible: siempre a la izquierda del escenario, siempre con su gesto decidido y el aire de quien no se detiene ante ningún obstáculo… aunque a veces el obstáculo lo construyan sus propias manos.

Isabel no solo es una dama de la corte. Es una fuerza en movimiento, una encrucijada de cultura y tradición que defiende con pasión el valor del trabajo manual. Mientras otros nobles lucen sedas extranjeras y joyas de tierras lejanas, ella viste prendas tejidas en los talleres de Caepión, cosidas con esmero por manos de su confianza. En su escudo, una hoz y un martillo cruzados, simbolizan su devoción por lo hecho con esfuerzo y el rechazo a lo artificioso.

Su lema es conocido por todos:

"La mano que trabaja es la que edifica,
y la lengua que miente, al fin se desquicia."

Pero no os dejéis engañar por su discurso sencillo. Isabel es, junto a su inseparable camarada Masetre Pepe, una estratega de la sombra. Ambos comparten gobierno con el Rey, pero también comparten largas veladas en las tabernas del puerto, donde, entre copas de moscatel y trozos de pringá, conspiran para derribar el trono que, según ellos, ha convertido el reino en un carnaval sin norte.

—¡La siniestra será quien devuelva el orden a Caepión! —se le oyó exclamar una noche, mientras Pepe , con su cuervo Joselito, asentía en silencio.

Juntos, Isabel y Pepe son conocidos como "Los de Babia" porque, aunque parecen siempre distraídos, están tramando algo. Su plan es claro: devolver el poder al pueblo, proteger la naturaleza y acabar con la extravagancia del Rey y su séquito de feriantes. Pero su método… ¡ay, su método! Chapucero, torpe y lleno de buenas intenciones que, como un bordado mal tensado, acaba deshilachándose al final.

La gente aún recuerda cuando intentaron construir un puente de madera "ecológica" para conectar el puerto con el mercado. Pepe diseñó el plano, Isabel organizó a los carpinteros y los juglares cantaron loas al proyecto. Pero al primer paso de un burro cargado de sacos, la estructura crujió y terminó en el agua. Borja, el Trobador Postulante, inmortalizó el suceso:

"Puente de la siniestra mano,
que al río fue a dar temprano;
prometió madera sana
y quedó flotando… ¡con desgana!"

A pesar de sus desastres, Isabel no se rinde. Es una ferviente defensora del medioambiente, de los campos de Caepión y de los bosques que abrazan la villa. Ha liderado campañas para proteger las colonias de cangrejos que habitan los esteros cercanos. Nadie olvida cómo, un año, logró prohibir la pesca durante una semana para que "los cangrejos pudieran festejar su carnaval en paz".

Su amor por los animales es conocido. En su jardín privado cría gatos, aves exóticas y, por supuesto, cangrejos de río, a los que observa con fascinación. Dice que son un ejemplo perfecto de su filosofía: avanzan de lado, pero nunca retroceden.

Pero su mayor cruzada es la defensa de las mujeres del reino. Isabel organiza reuniones en la plaza del mercado, donde se sienta entre bordadoras, lavanderas y vendedoras de pescado. Allí, sin su abanico de terciopelo ni su porte altivo, escucha y aconseja. Ha luchado por que las mujeres tengan derecho a abrir sus propios puestos en el mercado sin permiso de sus esposos, aunque, en su entusiasmo, confundió una vez las ordenanzas y terminó generando un edicto que permitía a los gallos cantar solo después del mediodía.

—¡Buenas intenciones, pésima ejecución! —gritó David el Bufón, mientras el pueblo reía.

Isabel no se amedrentó. Al día siguiente, organizó una feria donde las mujeres vendieron productos artesanales y recaudaron más ducados que el propio mercado real. Cuando el Archiduquery de Feria, su eterno rival, trató de atribuirse el mérito, Isabel lo fulminó con una frase que aún se canta en las tabernas:

—Maese Feria, vos ponéis las luces, pero nosotras tejemos las redes.

Isabel de Orihuela es, pues, una mujer de convicciones férreas, con un corazón verde y una mente inquieta. Su alianza con Pepe Mellado es inquebrantable, su lealtad al pueblo sincera y su habilidad para desbaratar planes ajenos, involuntaria pero efectiva.

La corte la teme, el pueblo la quiere y el Rey… bueno, el Rey sigue sin entender por qué cada vez que ella le sonríe, siente una ligera punzada en el costado.

Porque si algo tiene la Duquesa de Orihuela es que, aunque sus manos estén ocupadas bordando una nueva bandera, siempre tiene una aguja lista para soltar una puñalada cuando la ocasión lo requiere. Y siempre, siempre, desde la siniestra.


0,00 €