ISABEL DE JURADO DUQUESA DE CASTRO CONDESA DEL PAGO TRAS DE REGLA, SEÑORA DE LA ORDEN DE LA GAVIOTA JERIA, ANTIGUA REINA DEL REINO, CON SU ELEGANCIA Y DULCE GARVANA MARCA ESTILO POR DONDE VA. MUCHAS RENCILLAS PENDIENTES PERO AHÍ ESTÁ CONSPIRANDO PARA VOLVER A LO QUE FUE SU CASTILLO.
En el alto torreón del castillo de Caepión, allí donde las gaviotas planean sobre el mar buscando su presa, mora el recuerdo de una dama que no olvida su tiempo de gloria: Isabel Jurado, la Duquesa de Castro y Condesa del Pago tras de Regla, conocida por el pueblo como la Dama de la Gaviota Herida.
Hubo un tiempo en que su nombre se pronunciaba con reverencia, cuando su mano dirigía la corte y su palabra era ley. Fue reina sin corona propia, pero con el poder que da el ocupar un trono prestado. Gobernó desde las alturas, con la mirada fija en las mareas y el oído atento a los murmullos de la plaza. No había gesto que escapase a su escrutinio, ni lengua que no midiese sus palabras en su presencia.
Mas llegó el día en que el viento cambió. Perdió su trono, y la gaviota que una vez voló libre fue abatida por las corrientes políticas. Pero Isabel Jurado no es mujer que acepte el destierro en silencio. Desde entonces, con abanico en mano y sonrisa tensa, observa, trama y espera. Su vuelo, aunque herido, jamás ha cesado.
—¡Isabel la orgullosa! —susurran los mercaderes.
—¡Isabel la eterna! —responden sus leales, sabedores de que su ambición aún planea sobre el reino.
Porque Isabel no se resigna. En cada encuentro de la corte, desliza palabras envueltas en terciopelo, pero cargadas de intención. Es experta en sembrar dudas, en avivar rencores ajenos y en hacer que el enemigo clave su propio puñal. Su abanico, que agita con nerviosismo cuando el juego se vuelve peligroso, no es solo un adorno: es su cetro, su escudo y su arma.
Sus roces con el Archiduquery de Feria son legendarios. Él, maestro de la fiesta, ella, señora de las apariencias. En una feria de San Regla, se cruzaron frente al templete de los juglares. El Archiduquery le dijo con tono burlón:
—Dama Isabel, ¿vuela hoy la gaviota o prefiere descansar sus alas?
Ella, sin perder la sonrisa, respondió:
—La gaviota siempre vuela, Duque de Feria, aunque las olas intenten hundirla. Y cuidado, que si planea demasiado tiempo sobre la arena, puede acabar enterrada en ella.
El bufón David se echó a reír, y la respuesta pasó a la copla popular:
"La gaviota no se rinde,
vuela alto, fuerte y fiera;
y el que en su vuelo no atiende,
pronto en su red queda fuera."
Pero su mayor espina no es el Archiduquery, sino el Barón Javi. Él, que una vez compartió camino en la Casa Azul, hoy es su rival declarado. Juntos tejieron estrategias, juntos se alzaron al poder… y juntos cayeron en desgracia. Pero mientras Isabel ansía recuperar su posición, Javi ha cambiado su bandera y su causa. Ahora, en cada cruce de caminos, las miradas entre ambos son cuchillos en el aire.
Isabel es nerviosa, inquieta, con el paso ligero y el gesto tenso de quien teme que el tiempo le arrebate lo que considera suyo. Adora los zapatos finos, las telas exquisitas y las fiestas donde puede mostrar que aún es, aunque destronada, una reina sin corona. En el mercado de Caepión es habitual verla examinando tejidos y observando a los comerciantes con esa expresión que mezcla desprecio y curiosidad.
Pero no os equivoquéis. Isabel Jurado no es solo una dama coqueta ni una figura del pasado. Su mente es afilada, su ambición intacta y su orgullo más grande que la torre del castillo. Cada movimiento suyo es una maniobra, cada sonrisa, una advertencia. La gaviota está herida, sí… pero un ave herida vuela más bajo solo para sorprender al pez que cree que está a salvo.
En las tabernas, los marineros dicen:
—La gaviota de Castro no se ha rendido. Cuando vuelva a alzar el vuelo, más de uno se llevará un picotazo en el orgullo.
Y así es. Isabel Jurado, la dama de la gaviota herida, sigue planeando sobre Caepión. Quizá no se vea su sombra en las murallas, pero el viento aún lleva su risa hasta las almenas. Porque las aves de mar, aunque caigan, jamás olvidan dónde está su presa.