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Se conspita en las almenas

17.02.2025

¡La Conspiración de los Carteles en Caepión!

En las callejas empedradas de Caepión, donde las sombras se alargan al caer la tarde y el murmullo de las tabernas nunca cesa, se fraguaba una conspiración que haría retumbar las murallas del castillo. El descontento del pueblo hervía como la olla de la berza en las cocinas del mercado. El motivo: el Archiduquery de Feria había cambiado la tradicional ruta de la comitiva final de las fiestas, desviándola de la Plaza Mayor hacia las nuevas calles de la Ronda del Puerto. Los vecinos, que aguardaban cada año en sus balcones engalanados, maldecían el desvarío del regidor de las fiestas.

Isabel Jurado, la antigua reina de la Casa Azul, y el Barón Javi Díaz de los Quinteros, se encontraron en una bodega oculta tras la lonja del puerto. Isabel agitaba nerviosamente su abanico, mientras Javi trazaba con un cuchillo sobre una mesa de roble un mapa del recorrido.

—El pueblo clama contra el Archiduquery —susurró Isabel—. Hemos de encender esa llama hasta convertirla en incendio.

—Así será —respondió Javi—. Esta noche, nuestros hombres llenarán las paredes de Caepión con coplas de burla. Que el pueblo despierte mañana envuelto en sátira y desprecio.

Mientras conspiraban, el cuervo Joselito, emisario emplumado del Maestre Pepe de la Casa Star en Babia, planeaba sobre el tejado de la bodega. Sus tres ojos, siempre alerta, escucharon cada palabra. El ave emprendió el vuelo hacia la Torre de los Vientos, donde Pepe meditaba entre pergaminos y cántaros de moscatel.

—Maestre, maestre —graznó Joselito al llegar—. Traición y burla se cuecen en las sombras. Isabel la de la Casa Azul y Javi el de los Quinteros mueven las fichas del desprecio contra el Archiduquery.

El Maestre Pepe, que parecía dormido pero siempre calculaba, se alzó y convocó a su aliada, la Duquesa Isabel de Orihuela, de la Casa de la Hoz y el Martillo.

—Isabel, el viento nos trae rumores de traición —dijo Pepe—. La siniestra debe contrarrestar esta artimaña.

Esa misma noche, mientras los conspiradores desplegaban sus carteles, la Duquesa Isabel y el Maestre Pepe ordenaron a los juglares del Diezmo que recorrieran las calles cantando coplas que desenmascaraban la farsa. El Galeri, el Zurdo del Foso Oscuro, con su guitarra, entonó:

"¡Oíd, vecinos de Caepión,
no os dejéis por necios llevar,
que el que burla con carteles
solo quiere el trono robar!"

El pueblo, que al principio reía con los carteles que ridiculizaban al Archiduquery, pronto comenzó a sospechar. "¿Y si todo es una estratagema para desestabilizar la corte?", se preguntaban. La noticia llegó a oídos del Archiduquery, quien apareció al alba en la plaza, ataviado con su mejor capa de feria.

—¡Buen pueblo de Caepión! —clamó desde un barril—. Yo, vuestro fiel servidor de las fiestas, no cambié el recorrido por capricho, sino por facilitar el paso de nuestros comerciantes. Mas quienes hoy os llenan de burla, buscan la confusión y la discordia. ¡Ved sus intenciones y no sus palabras pintadas con hiel!"

El pueblo, dividido entre risas y dudas, terminó aquella jornada con más preguntas que certezas. Y así, en Caepión, una vez más, las intrigas tejieron su manto entre coplas y cuchicheos, mientras el cuervo Joselito revoloteaba sobre la plaza, atento a la próxima conspiración que amenazara la paz del reino.